Segundo adelanto de mi libro Los Nazis También Lloran

16.06.2020


Del Capítulo Francés: 

Me tomé el resto de la tarde libre y decidí que escribir mi prestigiada adenda era mejor que escuchar sandeces de mis compañeros. Ausculté algunos disparos provenientes del norte, supe que fusilaron a los soldados franceses pertenecientes a ese pelotón que rechazó rendirse. El mayor Helmut Kämpfe no quería prisioneros de guerra, apenas las provisiones sufragaban nuestras necesidades alimenticias, creía que desperdiciar comida en el enemigo era una barredura innecesaria, incluso los pastores caninos requerían esos bagazos. Odiaba esa estúpida mentalidad anticuada, me remembraba la ingrata ideología imbécil de Hermann Göering, quien dejó morir de hambre a los ucranianos, después de ayudarnos incondicionalmente al aplastar a los soviéticos en el Cáucaso.

Quizá por eso era el más serio y aletargado de todo el regimiento, mis escasos amigos se hallaban luchando en el frente ruso y solo conocidos sin raciocinio real me sucumbían alba tras alba. No obstante, mi deber lo mantenía siempre en alto, ostentando la soberbia de mi raza para el bien de nuestra nación.

Desde luego, mi reputación me precedía, esperaban de mí solo lo mejor, el ser hijo del general Hans Joachim Ratzinger me ponía en lo alto de mi división, para muchos el tenerme a su lado era un absoluto honor. Aun así; no lo parecía, nadie se me acercaba excepto para recibir órdenes mías, obvio con respecto a la jerarquía. Recién había sido ascendido tras la victoria sobre Francia, triunfamos en París, allí me valí de la condecoración Cruz de Hierro. Ya no solía ser el teniente de primera August Ratzinger, ahora soy el capitán de la tercera sección blindada SS, perteneciente a nuestra división Das Reich. Aunque debo decir, que no me sentía plenamente orgulloso de ostentarlo.

Mi padrazo esperaba que mi intuición militar me llevara lejos, no era así. Antes de la guerra, me dedicaba a la poesía y siempre tuve problemas con mi progenitor por esto. Pensaba que un poeta no tenía futuro en nuestra sagrada Alemania. Sin embargo; jamás me quitó la oportunidad de probar ese futuro anhelante, aun en la SS. Estuve en Berlín antes de que comenzara este asunto conquistador, algunas editoriales estaban interesadas en publicar mis libros poéticos, pero antes de firmar el contrato la guerra había estallado.

Mi padre mandó a llamarme, luego a enlistarme y por los estudios profesionales en Espeleología, que estudié en la Universidad de Berlín, años antes de la acción bélica, me dieron un buen rango. Realmente esperaba ser un soldado más pero la reputación de mi procreador, mi profesión y entre otras habilidades, acrecentaron mi petición de servir en la unidad de tanques, donde estaba papá. Fui asignado a la división panzer SS del general Paul Hausser, un reconocido líder que tuvo la valentía suficiente para llevarnos a la victoria. Y que según los rumores, tuvo el valor para desafiar ciertas órdenes de Hitler.

Demasiados jóvenes como yo ansiaban servir en la SS, pero eran pocos quienes lo lograban. Se requería comprobar su raza aria hasta diez generaciones, quien lo demostraba al ciento por ciento obtenía el pase para los exámenes de rigor. Un médico evaluaba si estabas apto para el combate, otro más diagnosticaba tu fuerza motriz. Un psicólogo examinaba tu destreza mental para la resolución de problemas, cualquiera que fuere no necesariamente de origen castrense, sino habitual en el mundo regente. Había mil formas de entrar en la Schusztaffel, la más conocida era mediante los reclutadores o cazadores de talentos, pero incluso así debíamos comprobar nuestra ascendencia aria.

En fin, para nuestra familia fue fácil mi aceptación en la SS, y ni siquiera pertenecí a las juventudes hitlerianas. Lo cual fue muy raro, muchos aplaudían esa rareza en el salto administrativo. Sinceramente, la sangre y la guerra me aborrecen, me causaba descontento el tener que halar del gatillo para arrebatar una vida.

A pesar de mi nublada vida, llevamos una educación meramente católica, obedecer los mandamientos divinos me resultaba algo casi imposible de lograr, porque la vertiente que se avecinaba sobre mi persona, mascullaba mis sentidos, mi pláceme, mi ideología. No obstante, ahora soy un soldado y tengo que defender mi nación, tal cual taciturno siguiendo a Moisés defendiendo sus tierras prometidas. Supongo que esa comparación vaga y falaz me mantenía a raya de los otros. Y en cierto modo, me animaba a continuar esta lucha conquistadora, la que sufragaba el apoyo de nuestro Führer.

Tomamos la mayor parte del país francés, pero había actividad hostil en el sur. La resistencia francesa oponía demasiado énfasis en continuar la guerra en forma de guerrillas, lo cual no fue un problema porque estábamos entrenados para la lucha en combate urbano. Solo aguardábamos las órdenes emitidas por el Estado Mayor, nosotros éramos la única división lo bastante cerca del sur para continuar la acometida. Era lógico que se nos asignara la última empalizada por destruir y con ello, alzarnos como los héroes en las noticias alemanas.

Nos adentramos en la ciudad de Tulle, Francia. Allí había un enclave importante ya que conectaba diversas ciudades a lo largo del sureste, cualquier persona o agrupación sospechosa necesariamente debía pasar por ahí. También se designó por órdenes del mayor Helmut, a una sección de la división para resguardar los alrededores del crucero. Teníamos apostados utillajes militares y con apoyo de granaderos blindados sobre las colinas circundantes, los abastecimientos pronto comenzarían a llegar de la anterior avanzada que se dirigía hacia Francia.

Lo que quizá me sorprendió fue que me ordenaron acudir al centro de Tulle y montar operativos de orden y limpieza total, lo que significaba que debía hacerme cargo de la cuestión judía durante nuestra estancia en el municipio, al menos hasta que llegaran la división de la Totenkopf. Antes de centrarnos contra la resistencia. Eso tardaría algo de tiempo, no me quedó alternativa que seguir el mandato y comencé a preparar lo necesario para la llegada a la ciudad, mi sección y otra más acudimos al objetivo junto al mayor de nuestro regimiento, quien se encargaría de buscar algún alojamiento adecuado para el comandante Paul Hausser.

El alcalde y el resto de los funcionarios locales ya nos esperaban a la cancela del pueblo, pero los citadinos no se veían nada felices de nuestra presencia, aún sabiendo que no pertenecemos a la Wehrmacht, sino a la SS. Bueno, al menos esto era lo que nuestro servicio de inteligencia nos informó.

Todo el mundo sabía de nuestras capacidades y destrezas, también conocían nuestra despiadada forma de ser. Sin embargo, creo que yo era el único cuerdo de la división, alguien a quien podían postrar su confianza. Soy un soldado noble, en una unidad destructora. ¿Acaso los franceses podrán notarlo? Claro que no, para ellos y el resto del mundo, todos somos la misma mierda nazi.

Al llegar al punto de enclave, ordené a mis hombres cercar el perímetro y apostar un retén temporal, también marqué la ruta de transmisiones para tener respuesta inmediata de los pelotones de granaderos que se encontraban a unos tres kilómetros a la redonda, su lugar en las colinas nos permitirían controlar nuestro abastecimiento y además dividir las operaciones de la resistencia.

Los ingenieros se encontraban trabajando tranquilamente, la antena ya pronto estaría en funcionamiento. Un día de lo más lindo, el sol nos castigaba con su atosigador calor, pero con un cigarro y una buena pimplada de mi exquisito ron que siempre cargo conmigo, me alegraron el alba, sentado en un taburete de mi nueva oficina provisional.

Mis hombres detuvieron a unos cuantos carros que provenían del pueblo, hicieron inspecciones minuciosas y les permití que prosiguieran su camino. Todo silencioso, tanto sigilo también me ponía en alerta, esos pajaritos pechirrojos iniciaron su canto y entendí que la belleza de un buen paisaje radica en el sonido que emite la vida que reside en él. Un buen pensamiento que podría parecer extraño para otros. De pronto, uno de mis oficiales me interrumpe sarcásticamente.

-Normalmente te pediría que me asignaras hacer un reconocimiento antes de entrar al pueblo.

-Seguro que si, Dietrich. ¿Cómo van los zapadores?

-No han encontrado ni una sola mina, según los informes de inteligencia de la Gestapo, la resistencia colocó minas en los alrededores de Tulle.

- ¿Confías en los informes de la Gestapo?

-Honestamente, no.

Dietrich es mi teniente y segundo al mando, también un buen amigo mío que conocí, estudió en la academia de Napola, un tipo rudo. Le encargué la supervisión del pelotón de zapadores, una tarea aburrida si me lo preguntan. Le convidé un poco de ron y gustosamente aceptó, muy raro porque sé que no es un catador común.

-Capitán, ¿por qué nosotros siempre somos la avanzada?

-Los granaderos están en las colinas, no somos los únicos.

-Esos idiotas están muy cómodos allí, me refiero que siempre somos la primera compañía en hacer reconocimiento general.

-Lo somos porque tengo a cargo dos pelotones de zapadores, por eso siempre somos los que llaman al frente antes de entrar.

- ¡Juh! Creí que tu apellido era el culpable.

-Jajajaja ojala fuera esa la razón.

- ¿Sigues escribiendo?

-Sí, un poco. Me ayuda a relajarme.

-Sí, supongo que cada quien su diversión.

- ¿Qué hay de ti, teniente? ¿Cómo te relajas?

-Honestamente, mi capitán. Creo que me gusta tener sexo con mujeres, así me divierto y me relajo.

-Jajajaja, bueno adelante hay todo un pueblo entero repleto de mujeres.

-Y no dudaré en cogerme a una de esas putas francesas, mi capitán.

-Coge las que quieras, pero después de barrer las calles.

Al barrer me refería a masacrar a quienes atentarán algo contra nosotros, por lo regular, los civiles se armaban y oponían resistencia, aunque la mayoría de las veces, siempre perdían.

-Necesitaré que me otorgue dos blindados, mi capitán. No quiero que me sorprenda la resistencia si me disparan desde los tejados.

-Te daré tres blindados, veinte hombres y dos ingenieros. Quiero que al despejar todo, establezcas una cadena de transmisiones con línea directa al mayor Helmut.

-Sí señor, ¿cuándo salgo?

-Si el día sigue tranquilo, mañana temprano. Harás mucho ruido, no quiero que me arruines este hermoso día.

Mi amigo Dietrich se levanta de su asiento, enciende un cigarrillo que le regalé, emite la primera bocanada y luego volquea hacia mí, angustiado quizá.

- ¿Cree que hayan leído los folletos que lanzó nuestra fuerza aérea?

-Seguro que si, después los tiraron a la basura. A nadie le gustaría leer que pronto estaremos entrando a su ciudad para decirles que seremos sus nuevos amos.

Transcurrieron algunas horas y los zapadores tenían ya cuatro minas desactivadas, informé el avance al cuartel general, después de todo la Gestapo no mintió, benditos sean nuestros agentes infiltrados en Francia, salvaron nuestros tanques y unidades blindadas de explotar en el sendero.

Algo curioso pasó después, una hermosa chica se detuvo en su bicicleta a unos cuantos metros de distancia, pude notar cómo se mantenía curiosa sobre nosotros, algo me hizo sospechar, quizá es de la resistencia porque se dio la vuelta con dirección de donde provenía. Tal vez tuvo miedo de vernos, nuestra reputación nos precede. Pude ordenar que la siguieran, pero ella era sumamente preciosa, no creo que tenga el perfil de ser una rebelde guerrillera, pero ya me he equivocado antes. No quiero equivocarme y defraudar a mi padre.

- ¡Sargento Leonid!

-Sí, mi capitán.

-Vaya con sus hombres y sigan a esa joven. Vayan con precaución.

El sargento de la SS, Leonid Stirgerber, remira hacia la moza en bicicleta alejándose. Pude presentir una sugerencia común.

- ¿Quiere que la capturemos?

-No, solo síganla y vean a dónde se dirige.

-Permiso para responder ante posibles hostilidades.

-Permiso concedido, si son atacados, mata a la chica.

-Enterado, regresaré de inmediato.

Me sentí obligado a actuar, esa conducta no es usual entre los citadinos, mi experiencia me ha demostrado que simplemente evitan mirarnos a los ojos, pero que otra cosa pueden hacer al pasar a nuestro lado.

...

En la Francia ocupada por los Nazis, existieron agrupaciones judías y no judías de rebeldes guerrilleros que mataban alemanes, incluso en la Francia de Vichy hubo atentados contra los apostados soldados de la SS.

La división panzer SS Das Reich, se instaló en Tulle para confrontar una golpeada ciudad clave de la resistencia francesa, cuyas actividades atroces lograron el hartazgo de los soldados alemanes hasta el punto de propiciar la mayor masacre en la historia, la matanza de Oradour Sur Glane.

Fue en Tulle, Francia. Un pueblo que albergó un secreto a voces, infame pero siniestro, repudiado pero cierto... Un pueblo, que fue testigo de relaciones entre mujeres judías y soldados de la SS. Y para callar los encuentros, la muerte siempre les fue una opción.

¿Sabías que el cocinero personal de Adolfo Hitler era judío? Nunca ordenó que lo mataran, porque lo apreciaba mucho.

¿Sabías que Adolfo Hitler es descendiente de Salomón Mayer Rotschild? Un exitoso banquero judío, de quien se sabe empleó a la abuela de Hitler como sirvienta en su residencia. Desafortunadamente, fue echada de la casa cuando Salomón Mayer descubrió que estaba embarazada, solo vivían ellos dos en la casa.

¿Sabías que el padre de Anna Frank, Otto Heinrich Frank, fue un teniente veterano altamente condecorado en la gran guerra? No creían que un judío pudiera ser condecorado con la Cruz de Hierro por su valía en la guerra de las trincheras, pero cuando la SS investigó la verdad, determinaron que él no mentía, mataron a toda su familia pero solo él fue perdonado.

...

Una muchacha asustadiza, solo eso. El sargento Leonid aseguró que la familia estaba limpia, confiaré en él, es el más aguerrido del regimiento, su reputación le precede. No obstante, Dietrich estaba listo para entrar al pueblo, somos la avanzada de la división, pero Dietrich sería la punta de la lanza.

Tuvimos un amanecer intenso, muchos vehículos del pueblo se dirigían a otros condados, la mayoría era por razones comerciales, hicimos inspecciones minuciosas, nada de que alertarse. En teoría, sus papeles estaban en orden, pero demasiado silencio también era frustrante, muy en el fondo sé que mi sección blindada recibirá fuego enemigo.

Mi padre una vez me compartió una de sus remembranzas sabias: "Si el enemigo es amable contigo, es porque te están poniendo una trampa". Puedo afirmar tajantemente que este pueblo se ha portado muy amable, pero tenemos que entrar, los muchachos están impacientes, he ordenado a Dietrich lanzarse a la contienda del pueblo.

Envié tres tanques Tigres, además de una veintena de soldados, como prometí a mi teniente de primera. Nos acercamos lo suficiente para mantener el control en caso que algo saliera mal. Pude monitorear su operación a lo lejos, a través de unos binoculares y el pelotón de morteros estaría listo para la cobertura de ser necesario.

Tal como lo predije, hubo incesante fuego, la resistencia estaba apostada allí, las ráfagas de las Sten se hicieron notar, pero nuestra artillería y fuerza de choque era sin duda superior a la suya. Mis tanques avanzaban sin problema, hubo cuatro detonaciones y algunos gritos ensordecedores que incluso a buena distancia, podíamos auscultar.

Este paisaje no me era grato de ver, pero mi padre es duro de roer, querrá resultados prontamente sin afectar negativamente la reputación de la familia. Más tarde escribiré letanías para que los bardos locales puedan cantar nuestras campañas bélicas, en este aletargado municipio francés de baja clase.

La campaña estaba librándose con más tiempo de lo debido, no tenía una victoria clara por parte de Dietrich, sus informes no eran concisos, el reporte del operador de radio no era congruente y además se encontraba bajo ataque así que envié refuerzos; dos blindados y un pelotón de granaderos, los saqué de su escondite en las colinas 14 y 15.

Por el lado noreste salieron cuatro camiones rurales, de los cuales descendieron algunos hombres de la resistencia, conté treinta y dos pero el juicio nublado durante el combate no era claro. De pronto, un par de escuadras de granaderos mantienen a raya la posición de la resistencia, mientras que otra los flanquea, ese espíritu obstinado de mis hombres es increíble, en las altas esferas de Berlín esta acción será aclamada.

Alrededor de una hora con diez minutos, tuvimos el triunfo, además una jugosa recompensa, los hombres de Dietrich capturaron con vida a dos miembros de la resistencia, cuyos nombres poco me importaban.

Así que para entrar gloriosos, moví a la tercera sección blindada SS Das Reich, al centro de Tulle. Más tarde recibí una llamada del cuartel central, el mayor Helmut aplaudió íntegramente mi valor y astucia para consumar la toma del pueblo. Estoy seguro, que el mayor vitoreará a mi padre por semejante acto de valentía y coraje.

La gente salía de sus hogares avergonzados, tristes, enojados y los niños lloraban porque acababan de ver el infierno en su máxima representación, algunos de ellos no querían mas tiroteos, nosotros descendíamos de los vehículos como auténticos caballeros pero sumamente despiadados, el sentimiento no era nada mutuo para con el pueblo. Nos sentíamos vigorosos por semejante sangre derramada pero es nuestro trabajo y ellos el enemigo, un némesis que se negaba a morir pese a que la armería francesa ya se había rendido.

-Mi capitán, me complace informarle que no tenemos bajas, pero si heridos, los médicos ya se encargan. Nadie con gravedad, de hecho.

-Me honra mucho escuchar eso, teniente. Buen trabajo.

Me acercaba a la plazoleta con algunos de mis oficiales que no habían entrado en combate, aún con el uniforme limpio y oliendo a neroli, teníamos frente a dos miembros de la resistencia francesa, muy jóvenes, calculo que entre veinte y veinticinco años, podría decirse que casi me veía en el espejo. Sentí una cruda y misteriosa sindéresis recorriendo mi ser, un ejemplo rudo ante ellos y a los ojos de quienes son la entidad sumisa, la gente de Tulle.

-Esa dupla de idiotas se rindieron y ofrecen un trato que puede favorecer nuestra estancia-Replicó Dietrich, quien vapuleado por su refriega bebía un poco de café que los hombres prepararon raudamente al terminar la batalla.

- ¿Qué clase de trato?

-Nos darán las ubicaciones de las comadrejas que aún operan en líneas enemigas.

-La traición no parece inmutarles-Respondió Hagen, otro teniente que compartió una mofa sarcástica.

- ¿Qué ordena, mi capitán?

Sin hesitar por mucho, me placería un poco hacerles entender que no somos débiles ante los acuerdos por muy buenos que sean.

-Sácales lo que tienen, después mátalos en frente de todos.

-Si, mi capitán.

Dietrich se acercó a ellos, murmuraron algunos datos y después, un cabo se puso detrás de los usurpadores y les disparó en la cabeza, la muchedumbre gritó horrorizada, había algunos niños que presenciaron semejante acto de cobardía, en palabras de un ídolo gauletiano. Por fin, la gente de este pueblo podrido, sabe quién manda.

- ¿Y bien?

-Podría ser mentira lo que dijeron, pero básicamente la información que obtengamos a partir de ahora será dudosa, mi capitán.

-Sigo esperando, teniente Dietrich.

-Hay una casa al sur, en las afueras, se reúnen todos los días por la noche para discutir acciones contra nuestra causa.

-Asegurar la ciudad es una orden que me dieron, mientras haya ratas no puedo informar a mis superiores que Tulle está a cargo del Reich.

- ¿Sus ordenes, señor?

-Dietrich, tomarás un descanso.

-Gracias, señor.

-Hagen y Formölein, preparen a sus hombres, harán labores de patrullaje en el sur de la ciudad y hagan cateos, encuentren a los miembros de la resistencia faltantes y terminen con ellos.

-Considérelo hecho y un triunfo, mi capitán-Respondieron tajantemente y sin dudar, mis oficiales no tan condecorados en comparación con Dietrich.

En un tris inoportuno, escuchamos la detonación de un disparo balístico de gran potencia, columbré a uno de mis hombres caer instantáneamente, del cual un brote intenso de sangre salía de su cabeza, el casco fue perforado.

- ¡Todos a cubierto!

- ¡Un francotirador! ¡En el campanario de la catedral! ¡A las dos!

-Mierda, ¡Leinhart!

- ¡Estoy en ello!

Leinhart Stuttvardens era mi oficial de tanques, pudo escuchar mi orden a gritos y no era necesario preguntar la razón. De inmediato, ordenó que dos tanques enfilaran hacia un mejor tiro y otros dos nos proporcionaban cobertura, la muchedumbre francesa poco importaba pero corrieron despavoridos a esconderse.

Podía asomarme a través del parapeto donde me encontraba con algunos de mis hombres, el tanque apuntó y disparó hacia el campanario, el segundo hizo lo mismo simultáneamente, debo decir que la catedral quedó destruida en su parte alta, la construcción estaba comprometida. Ningún francotirador sobrevive a eso.

-Muy bien, todos arriba.

Leinhart transmitió a uno de mis operadores, era evidente que cumplió la ordenanza, para corroborar el deceso del infeliz si es que aún queda parte de él, envié un escuadrón a cerciorar y asegurar la catedral, también les mandé un blindado para soporte.

Regresé a la revista para confirmar que ninguno faltara, los granaderos volvieron a sus posiciones en las colinas y montamos una línea extra de transmisiones para futuras referencias combativas. El cuerpo médico se hacía cargo del cadáver de nuestro compañero, el alférez Megelein, del segundo pelotón. Tendré que pedir un reemplazo en París.

El alcalde no tenía buen semblante, claramente podía discernir un odio intenso y no despegaba su vista de mí, el oficial al mando. Todo el gabinete de Tulle se encontraba en las afueras del palacio, creían que entregar el poder era necesario, pero las órdenes eran claras, los franceses deben gobernarse entre sí, bajo nuestra supervisión.

Compartimos diversos diálogos y apostamos una oficina provisional para mí en el ayuntamiento, desde luego el alcalde seguiría con sus funciones pero ciertas responsabilidades ahora serían delegadas a nosotros.

El resto de las tropas se conglomeraron en la plazoleta, estacionamos los blindados y los tanques, los hombres montaron guardia y envié a los oficiales de menor grado a las villas aledañas para que descansaran, con una escolta de tres soldados por oficial. Lo siguiente que debía hacer era esperar órdenes de mis superiores, fue una noche tranquila y serena a pesar del intenso combate.

Dietrich me sorprendió nuevamente en la oficina, claramente le había asignado una villa en la hacienda jornalera del norte. Sinceramente, un poco de compañía no me venía mal, tuvimos un día intenso a pesar de lidiar con un pueblo meramente pacífico.

- ¿Qué sucede, Dietrich? Deberías estar descansando.

-Y obedecí, mi capitán.

- ¿A qué se debe la visita?

-No puedo dormir.

-Y viniste desde el norte de la ciudad solo para decírmelo.

-Allá no hay nadie interesante con quien hablar, mis muchachos no son precisamente hombres letrados.

Me levanté del asiento, saqué una botella de sake japonés que el vizconde guardaba en su anaquel privado, de hecho tenía una colección de bebidas embriagantes de algunos países.

-La gente del pueblo dice que este tinto nipón ayuda a conciliar el sueño.

Le extendí la copa con el añejo a las rocas, Dietrich no se ofuscó en lo absoluto, desde que llegamos a Francia, su gusto por el alcohol fue en aumento.

-Gracias, mi capitán.

-Dime August, amigo. Nadie nos escucha aquí.

-Ciertamente, ¿permiso para una queja?

-Adelante-Repliqué mientras pimplaba mi copa con un regosto horrible, en mi humilde opinión.

-La villa que me asignó es asquerosa, la familia que vive allí no me dirigen la palabra y tuve que amenazarlos para que siquiera la estancia fuera agradable.

-Eso no es una queja.

-Me cogí a las hijas de los dueños de la hacienda.

- ¿Se supone que esto es una queja?

-No estuvieron de acuerdo con eso, pero que otra cosa pueden hacer. El dueño tenía un arma escondida, me apuntó a matar y el sargento se hizo cargo de él, nuestra sección no está haciendo su trabajo.

-Eso sí es una queja, mi amigo. Me encargaré de ello, asegúrate de decomisar cualquier armamento ilegal que encuentres, yo mismo te pondré a cargo de eso ahora.

-Debí quejarme menos, jajajaja.

-Jajajaja, claro que si mi amigo.

Dietrich tenía la fama de follarse cuanta mujer se le atravesara en el camino, solamente que fuese hermosa o que tuviera un cuerpo sumamente escultural. Tuve un sentimiento encontrado, sentí la necesidad de cuestionar su conducta, a pesar que era mi amigo, hay una línea de mando que se debe respetar.

- ¿Qué hiciste con las hijas y la esposa?

-Lloraron a su padre, se me aventaron encima y las maté.

Una punzada resquebrajó mi alma, pregonaba una religión desde pequeño. Hasta donde sé, no debíamos asesinar a la gente del pueblo a excepción de la resistencia, la división de las totenkopf se encargarían del asunto judío, eso no me competía en absoluto.

-Escucha Dietrich, debemos ser amigos de los franceses, ellos ya se rindieron, ganamos.

-Me temo que no comprendo, August.

-No vuelvas a matar sin mi autorización, a partir de ahora acatarás el reglamento, en especial mis órdenes.

-Por supuesto, August- Replicó mientras bebía pero pude notar su ceño fruncido y lisonjera expresión de enfado fingido.

Se prolongó un silencio fastidioso, con cierto conflicto de interés entre nosotros. Dietrich dejó su copa vacía a un costado y compartió una inquietud respecto a nuestra reciente pérdida.

-Con todo respeto, August. ¿Ya informaste a Berlín sobre el alférez?

-Aún no, Dietrich. Estoy redactando el informe todavía, espero tenerlo listo para telegrafiarlo por la mañana.

-El alférez se llamaba Loan Megelein, era de Essen.

-Casi no lo conocía, pero sé que era del segundo pelotón.

-Deberías memorizarlos...

-Son muchos soldados a los que manejo, Dietrich. Para eso se supone que están los oficiales, para hacerse cargo de eso.

El teniente resquebrajó su semblante y bajó su columbra para compartirme un dato que pasé por alto.

-Nuestro compañero tenía familia.

-Maldición, se le veía muy joven.

-De hecho lo era, pero no tanto como para dejar huérfana a una niña de tres años.

- ¿Huérfana?

-Su esposa era del regimiento SS Gefolge, murió en un atentado en Lichtenburg.

-Esa información es de asunto clasificado, supongo que Megelein lo contó a toda la sección. Al menos, ¿Supo quien orquestó el atentado contra las escoltas féminas?

-Fueron los judíos, August. Los grotescos judíos.

Miré una fotografía del vizconde que estaba sobre su escritorio, que ahora me pertenecía. En ese retrato, estaba él con su familia, cuatro hijos varones y una linda niña. Una hermosa familia, pero tenía a un buen hombre muerto que dejó indefensa a una dulce pequeña en Essen... Solté una lágrima, Dietrich se percató de ello, solo bajó su mirada, ambos nos sentíamos mal por la pérdida de Loan Megelein.

...


Los Nazis También Lloran

Una novela histórica cuyos protagonistas realizaron infames hazañas, donde la urgencia por ganar la guerra, los orilló a socavar sus más oscuros deseos y sacar a relucir insólitos sentimientos en aras del desarrollo de su nación.

Un libro crudo, soberbio y triste que narra la participación nazi en Francia, México, Egipto y Argentina.

Protagonistas: August Ratzinger, Georg Nicolau, Hilda Krüger, Chantry Mumkala, Otto Gunder, Inga Möncke, Hortencia Llano, Fernando Laredo, etc.

Lanzamiento programado para Septiembre del 2020.

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