Abstracto de mi libro: La Agente de Bonaparte
Del Capítulo de la Vergüenza:
El general José María Morelos había convocado a una reunión entre magnánimos insurgentes, según la información del general Barrillo, el congreso de Anáhuac, sustituiría fastuosamente a la junta nacional. Lamentablemente, el cura Miguel Hidalgo no se presentó a la reunión. Los seguíamos de cerca, a todos, pero ninguno se desapartaba de Morelos. Mi vestuario de criolla metiche fue muy buena estratagema.
A mediados de septiembre de 1813, por fin se presentó la oportunidad para acercarnos a Morelos, quien leería su estúpida promulgación de los sentimientos de la nación, la catedral de Santa María de la Asunción era la sede, a pesar de ser un conciliábulo privado, se le permitió a la población local ingresar y escuchar el parlamento de la independencia de México.
Los agentes de Luanna y yo, nos apostamos en las bancas traseras, tuve que traducir para ellos y su impaciencia estaba mermando mi juicio. Si nos descubren, adiós misión. No obstante, al terminar la sesión, Morelos se quedó hasta tarde porque recibía con sumo agrado a los pueblerinos, quienes además de otorgarles la bendición, les obsequiaban armamento y comida.
Aguardé el momento, me estaba desesperando, los agentes también, debía actuar rápido. Me acerqué a Morelos, ya se preparaba para orar al paráclito. Una decena de insurgentes aún se hallaban cerca de él, por más que doliera aceptarlo, teníamos que abortar la misión. Sin embargo, una sorpresa aterradora estaba por venir.
Justo al acercarme para intentar a hablar con él, se levanta de la butaca, volquea a verme y al finalizar un credo católico, me amedrenta verborrágicamente.
- ¡Señorita Condesa! Que grata sorpresa tenerla en Chilpancingo.
Me quedé petrificada, ¿Cómo carajos sabía de mí? Me sentí una tonta, una estúpida intentando hilvanar las ideas por decirlo menos, la ilación a mis estados de ánimo cambiaron radicalmente a partir de ese tris inoportuno con Morelos.
- ¿Y bien? ¿Habla español, cierto? ¿O me informaron mal?
-Eh... Claro. Hablo español, señor Morelos.
- ¿Suecia está interesada en nuestra causa contra la ideología ibérica? Si es así, no nos vendría mal un poco de ayuda, asumiendo claro que Suecia aún es neutral en la campaña que libró Napoleón.
-Me temo que lo subestimé, señor Morelos.
-Por favor, siéntese. Dígame, Condesa de Jämtland, ¿Por qué tanta insistencia en observarme? ¿Planea matarme? Si es así, eligió el peor lugar para hacerlo, todos en este pueblo me respetan y temen.
-No, señor Morelos. Yo vengo a...
-Sé a qué vino. Tengo espías en toda la republica, la mayoría de ellos se mueven mucho más rápido que el resto de los turistas que fingen observar y llevar noticia de mi causa, tal cual usted lo hace con sus amiguitos franceses.
- ¿Disculpe?
-Puede mirar si gusta.
En ese momento, giré la cabeza de inmediato. Una patrulla de guardaespaldas de Morelos se postró detrás de los agentes de Luanna, los desarmaron y los tomaron prisioneros; Augusto, Darío y Dormünd, comenzaron a llamarme traidora. Me levanté de mi asiento, no pude hacer nada. Todo fue raudo y dramático, no pude pensar rápido en una solución, evidentemente sabían de nosotros desde que arribamos a México. Los franceses pensaron que los había delatado, me sentía imberbe y sucia.
- ¿A dónde se los llevan?
-Al paredón, señorita Condesa.
- ¿Qué? ¡No por favor, Morelos!
Salí despavorida intentando detener el acto, pero el señor José me alertó que de hacerlo, tendría graves consecuencias.
- ¡Señorita Darlane! ¡Ordenaré que la ejecuten sino se detiene ahora!
Me detuve sin más preámbulo, no podía hacer nada aunque quisiera. Sentí una terrible vergüenza, una mácula que deshonraba mi dignidad y de la nación que represento. Acepté lo inevitable y me acerqué a paso ralentizado hacia Morelos, tomamos asiento nuevamente. ¿Lo subestimé atrozmente?
-Se lo imploro, Morelos. No maten a mis amigos, ellos son...
-Sé lo que son, señorita Condesa. No es la primera vez que Napoleón envía a sus emisarios. Lo ha hecho desde 1810, he matado a varios personalmente.
-Me siento intrigada, señor Morelos. No tengo palabras para esto, realmente no me esperaba esto, se lo suplico, no los mate.
-Lo siento, señorita Darlane. Ellos son franceses y enemigos de nuestra causa. ¿Quiere saber por qué a usted no la ejecutarán?
-Porque usted así lo ha ordenado.
-Se equivoca, Chilpancingo le pertenece al pueblo, la comunidad está a favor de nuestra causa. Habiendo dicho eso, yo no tengo el honor de juzgarla, solo los quieren a ellos.
- ¿Por qué a mí no?
-Porque usted es la primera emisaria, la única mujer hasta ahora y me sorprende mucho que sea una sueca a quien hayan enviado.
-No lo entiendo, señor Morelos.
-Escuche, Condesa. No tengo planes de matarla pero si se rehúsa a obedecer mis condiciones, mis hombres la ejecutarán por sus crímenes.
-Supongo que no tengo opción. ¿Qué es lo que quiere de mí?
-Quiero que venga conmigo a todas mis campañas, luchará con nosotros. Que el mundo se entere que Suecia está con México, ganarse el favor de Suecia es ganarse a Noruega. Estoy seguro que los reyes nos acobijarán. Dos naciones apoyando a México contra España, dos frentes a ganar, uno en América y otro en Europa.
-Señor Morelos, me temo que mi país jamás haría semejante cosa.
- ¿Por qué no? A mi modo de ver, usted traicionó a su nación al aceptar ser una lambiscona de Napoleón. ¿Qué diría su pueblo al respecto?
-Supongo que es más listo de lo que parece.
-Cuando se enfrenta a un siervo de la nación, señorita Condesa, se enfrenta a todas las virtudes que presto empíreo otorgó a los hombres.
- ¿Qué garantías me ofrece al acompañarle?
-Protección por supuesto, correré la voz entre mis allegados, mis colegas se encuentran desperdigados pero en cuanto sepan que la representante de Suecia nos apoya, el resto del mundo hará su trabajo. El miedo en España será latente.
-Señor Morelos, dudo mucho que mi nación haga lo que pide.
-Ya lo veremos, Condesa. De momento, tengo algunos datos sobre el emperador que la envió...
-No me mandó Napoleón.
- ¿Ah no? ¿Entonces quién?
-La princesa Desideria Clary, me pidió capturarlo y llevarlo a Francia, ante Napoleón Bonaparte.
- ¡Mira nada más! Mis espías me dijeron otra cosa. Esto cambia las cosas.
-Lo lamento señor Morelos, mi país jamás lo apoyaría.
Morelos atisbó hacia su derecha, frunció el ceño, supongo que él tenía otra información respecto a mí. No lo culpo, estaba entre la espada y la pared.
-No importa, Condesa. Vendrá conmigo, haremos que Suecia cambie de parecer.
-No le prometo nada, Morelos. Hace un segundo dijo que tenía noticias sobre Napoleón.
-Ah sí, el idiota perdió contra el Zar Alejandro, está siendo retirado y dudo mucho que pueda vencer a Inglaterra, ya lo están atacando por dos frentes.
-Entonces capturarlo ya no tiene sentido.
-Por supuesto que no, ¿viene conmigo o prefiere la suerte de sus amigos franceses?
-Iré con usted, señor Morelos. No pierdo la esperanza que quizá Napoleón pueda triunfar, no es la primera vez que pierde una batalla. En cuanto a mí, tengo mucho tiempo para hacerlo cambiar de parecer.
-Yo jamás aceptaría ir a Francia, Condesa. Acostúmbrese a México, pasará mucho tiempo antes que pueda regresar a Suecia. ¡Vámonos! Quiero presentarla a unos amigos...
Me sentía impávida, me permitieron ver los cadáveres de los agentes de Luanna, me acerqué a ellos y les pedí perdón, sé que ya no me escuchan pero estoy segura que nuestro glorioso Dios todopoderoso les dirá la verdad, que no los traicioné.
No me puedo quejar, me obsequiaron armas y buenas prendas de mi clase social, ante los insurgentes era bien respaldada, a veces pensé si realmente supieron lo que hice en Acapulco, incriminarlos para favorecer mi causa.
Pasaron meses y la experiencia en la guerra de independencia de México fue una letanía enclaustrada en mi ser, sentía como se destruía una esencia dentro de mí, ¿Acaso la hipocresía es tan aberrantemente demoledora? Supongo que soy una ingenua, después de todo.
Tuve la magnífica participación de acompañar a Morelos, Bravo y Galeana en el ataque a Valladolid. Nunca había matado a un hombre hasta ese día, tuve que hacerlo para ganarme el favor de los insurgentes que exigían mucho de mí. No obstante, el factor sorpresa lo perdimos, las bajas eran inmensurables, el tiempo inexorable, un gran enemigo había penetrado nuestro campamento, fue entonces que supimos que el famoso Agustín de Iturbide había lanzado la contraofensiva de Galeana. Perdimos deshonrosamente, tuvimos que retirarnos, casi perdí la vida contra los realistas comandados por Iturbide...
Del Capítulo Roja Recompensa:
El trayecto fue de lo más calmo y pacífico que pude notar, prácticamente solos y gracias a la pericia de los caballos halando el carruaje, el viaje fue muy rápido, hasta que al despertar por culpa de los cánticos pajareros nocturnos de la zona, noté que Jacinto se hallaba perturbado.
- ¿Por qué nos detuvimos?
-No sabía que las Condesas roncaban así de feo, deberías escucharte.
-Te hice una pregunta, ¿Por qué nos detuvimos? Está muy oscuro, ¿qué sucede?
-El camino delante está tomado por tropas realistas. Tenemos problemas, si te descubren no podré hacer mucho por ti.
- ¿Cómo sabes que está tomado? Yo no veo nada.
- ¿Ya miraste a tu izquierda?
Justo en el momento que me dijo que lo hiciera, había dos cadáveres de mestizos en posición de tortura. Eso era aberrante, pero las cosas así son en este país golpeado por una nación que obedecía a la cumbre napoleónica. Aquella estirpe que representaba en estas tierras inciertas.
-Dios mío, ni siquiera los enterraron.
-Si avanzamos corremos el riesgo de ser emboscados. No traemos una buena justificación para dirigirnos a Chiapas y claramente tu tez blanca aunada al cabello rubio no ayuda mucho.
- ¿Qué es lo que sugieres?
-Por más que duela admitirlo, tendremos que abandonar el carruaje y continuar a pie por esa colina, rodearemos los senderos y esperemos hallar un pueblo cercano en la sierra, nos abasteceremos pero será seguro.
-Si hacemos eso, ¿Cuánto tardaremos?
-Probablemente, tres meses.
- ¡Tres meses! ¿Estás loco?
- ¿Qué esperabas, Condesa? Es la sierra istmeña, es muy grande.
- ¡Debe ser una broma! ¡Maldición!
-Pensé que la realeza no maldecía...
-Si, pues créeme hay muchas otras cosas que presumimos y sin embargo no es así.
-También debo recordarte que ya debería haber entregado tu cabeza al subalterno de Barrillo. Tarde o temprano se darán cuenta que traicioné el convenio, comenzarán a buscarte. Así que no podemos regresar, es muy peligroso para ti.
-Seguiremos adelante. Tomaremos el riesgo.
-Es una pésima idea.
-Los confrontaremos, ambos podemos.
-Es un suicidio, no sabemos cuántos hombres sean, tal vez un regimiento.
-No puedo tardar más de lo debido, Jacinto. Tengo que volver a Suecia lo más pronto posible, llevo tres años en este país, aun no sé si mi futuro esposo me reconocerá cuando vuelva.
- ¿Y por qué no viene él por ti? ¿Qué dices de tu familia? ¿Y la princesa que tanto custodiaste?
-No tengo forma de comunicarme con ellos, el último mensajero que llevó noticia mía... ni siquiera sé si realmente lo entregó.
- ¿Cuál era el mensaje que enviaste?
-No es nada...
-No quieras verme la cara, tú ocultas algo. No soy estúpido, Condesa.
-No sé de qué estás hablando.
-Si quieres seguir por ese sendero, bien por ti. Yo te dejaré aquí, el pago que me otorgaste cubrirá perdonarte la vida, pero sino continúas conmigo no durarás ni un día en tierras chiapanecas. Hay mayas resentidos por todas partes, sin mencionar que el ejército realista del Virrey tiene deseos de matarte. ¿Qué decía el mensaje que enviaste a Suecia?
Jacinto es muy astuto a pesar de su corta edad, me encontraba entre la espada y la pared, por más que doliera aceptarlo, las opciones se me agotaban, él era el único medio de salir con vida. Debía cooperar, si con ello logro regresar a casa.
-El mensaje decía: José María Morelos y Pavón está muerto, misión inconclusa. La desestabilización de los insurgentes fue un éxito. Procederé a retirarme de vuelta a Suecia tan pronto me sea posible.
- ¡Puta madre! ¡Lo sabía! Ya decía yo que era muy extraño que una mujer de alcurnia solo viniera a parlamentar con los gobernadores.
-Lamento no decírtelo antes. Pensé que las cosas no se pondrían fatales.
-Tú eres la causa de esto, ¿Desestabilizar? ¿Qué clase de arpía eres? Mi país se está yendo a la mierda por la puta realeza que representas.
- ¡Lo siento! ¿Está bien? ¡Estoy aterrada! México es un país muy violento, no sabía que las cosas se pondrían fatales, no de este modo. ¡No me gusta esta nación! ¡Es aterrador! ¡Todos se matan entre sí!
-Tranquilízate, lo hecho ya está. No vale la pena recular nuestro pasado. Aunque no niego que estoy decepcionado.
-Por favor, perdóname. Solo quiero...Solo quiero irme a casa. Triplicaré la oferta que inicialmente te hice. ¿Seguimos adelante, Jacinto?
-Mencionaste que la misión estaba inconclusa. ¿Por qué?
-Jamás te cansas, ¿Verdad? Debía capturar con vida al general José María Morelos y Pavón, llevarlo a Francia ante Napoleón Bonaparte.
- ¡No digas pendejadas! ¡Claro! ¿Qué podía ser peor? Bueno, ahora entiendo tu misión inconclusa.
- ¿Ya nos podemos ir?
-Eres increíble, Condesa. Si salimos vivos de esta, tendré una gran historia que contar a mis hijos.
-No sabía que tenías familia.
-No la tengo, pero planeo hacer una. Tengo hermanas aunque me odian a muerte.
- ¡Juh! Dímelo a mí, ¿Entonces?
-Necesitaremos un plan si queremos avanzar por el camino.
El pueblo de Comalcalco y Villahermosa ya tenían conocimiento del homicidio del pirata Dread Rennock, era titular en los panfletos de circulación local, tardaría poco menos de un par de semanas antes de ser difundida en el resto del país.
El Monseñor Crescencio estaba impaciente, ya había pasado mucho tiempo, teniendo en cuenta la reputación y talla del joven Olvera.
La hacienda del terrateniente era bien privilegiada e incluso muy recomendada como urbe turística para los aristócratas. Sin embargo, para mantenerla como plusvalía de primera, el Monseñor Bautista debía pagar favores con influencias de respaldo.
Un consultor de relaciones militares arribó a la hacienda El Niño Bueno, como era tildada por la gozosa talla de elite que pregonaba entre sus allegados.
- ¿Señor? Le buscan. Alertó uno de sus asistentes.
- ¿El sacerdote?
-No señor, un vocero del primer batallón realista.
- ¡Mierda! Déjalo pasar.
-Como desee. En ese instante, el asistente abre la puerta del despacho del terrateniente.
- ¡Monseñor! ¿Cómo ha estado?
-Menuda sorpresa Saturnino, siempre es un gusto recibirlos, ¿qué noticias me traes de la capital?
Ambos gallardos se abrazan y proceden a las salutaciones españolas que aún eran comunes.
-Solo buenas noticias, triunfamos a paso lento pero seguro.
-Me alegro por eso. Permítame, por favor ¡Esclavas!
Un par de mestizas latinas se presentaron raudamente para obedecer mandatos jerárquicos.
- ¿Si patrón?
-Atiendan al coronel, tráiganle comida y té.
-En seguida, patrón.
Los caballeros tomaron asiento y el vocero procedió a degustar deliciosos aperitivos caseros, mientras ponía al tanto las órdenes provenientes del general Barrillo.
-Seré breve, Monseñor. El general Barrillo está disgustado. Usted prometió eficacia y rapidez en el trabajo. ¿Cuáles han sido los motivos de tremenda incapacidad?
-Contraté al mejor, no he tenido noticias de él. Tampoco indicios de su deceso. Lo que significa que todavía está ejecutando el trabajo.
- ¿Y debo confiar en que su elucubración es correcta? No puedo decirle eso al general. Las órdenes eran muy claras y usted aceptó el trabajo. Matarla, decapitarla y entregar su cabeza. ¿Qué parte de eso no entendió?
-Despreocúpese, coronel. Jamás les he fallado, solucionaré eso lo más rápido posible.
-No queremos soluciones, Monseñor. Queremos resultados favorables. ¿He sido claro?
-Como el agua del mar, les daré los resultados que tanto vanagloriamos.
- ¿Cómo planea matarla? ¿Contratar otro ineficiente mercenario?
-Conozco a un chamán maya que trabaja en la catedral.
- ¿Chamán maya? ¿Trabajando en la catedral?
-Se convirtió al catolicismo y nos ayudó mucho a convertir otros. El chamán tiene fuertes conexiones con los chichimecas de la región sur del país. Si la puta europea sigue ahí, le darán caza.
-Su estúpida idea será objeto de burla.
- ¿Perdón, coronel?
-No sea tonto, Monseñor. Los mayas nos dan la espalda, no confío en ese imbécil chamán. Tengo una idea mejor.
-Por favor, dígamela.
-Vendrá conmigo, he reunido a un grupo de soldados realistas listos para el combate. Encontraremos a la maldita agente bonapartista y le romperemos la madre.
-Si ya los tenía reunidos, porque no lo dijo desde un principio.
-Tenía curiosidad sobre su siguiente plan, salga más a menudo, Monseñor. ¿Un chamán? ¿En serio? Jajajaja.
El coronel se pone de pie sin ocultar la hilarante carcajada por la nefasta idea del Monseñor y agradece la sutil merienda proporcionada. Ambos apretujan sus manos y proceden a prepararse para ir de caza.
LA AGENTE DE BONAPARTE
Inspirado en Hechos Reales
Es una novela de acción y drama, además de histórica basada en las actividades clandestinas de espías franceses al servicio de Napoleón Bonaparte, cuyas órdenes eran la consultoría militar al ejército realista del virrey Venegas, así como trabajos de falsa bandera ocurridos en la Nueva España (México).
La historia se centra en la Condesa de Jämtland, la señorita Darlane Dobrev, de quien se sabe llegó a México para labores de espionaje y desapareció entre 1815 y 1817, en lo que actualmente es Tabasco. Se sospecha que pudo llegar a las Antillas Inglesas (actual Belice), como exiliada de Suecia.
Protagonista: Darlane Dobrev.
Personajes Secundarios: José María Morelos y Pavón, Dominico Olvera, Desideria Clary, Julia Clary, Napoleón Bonaparte, Adalmiro Luanna, Frederick Luanna, Aloís Tidelger, Tiberio de Fonallosa.
Antagonista: Lucas Barrillo.
ISBN-10: 1092229280
ISBN-13: 978-1092229289
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